Hace muchísimo tiempo que quería publicar esta entrada, y por fin después de años lo hago. Se trata de una historia increíble que escribí hace años, es una fusión literaria entre dos historias escritas por el ilustre Manuel Rivas, que forman parte de su libro ¿Qué me quieres, amor?.
El ejercicio consistía en analizar La lengua de las Mariposas, un capítulo del libro llevado al cine por el gran director José Luis Cuerda. Más tarde nuestra querida profesora Isabel, nos propuso realizar una actividad adicional para subir nota, que consistía en seleccionar dos historias del libro de Manuel
Rivas y fusionarlas, con el objetivo de incentivar nuestra creatividad. La verdad, fue un ejercicio que disfruté muchísimo y me da mucha pena que durante la carrera hayamos tenido tan pocos de este estilo, porque si nos centramos a seguir modelos todo el tiempo, terminamos imitando y nuestra creatividad muere. Dejo aquí el resultado, me quedó genial, es una historia que pone los pelos de punta. También he dejado la escena del vídeo que hace referencia a una de las historias que fusioné, Un saxo en la niebla.
Andrés trabajaba de Peón de albañil en la obra de
Aduanas del puerto de Lugo, pasaba
trabajando todo el día y por las tardes acudía a clases de saxo. Aquel
instrumento se lo había regalado su tío Amaro, un tipo que se había muerto ocho
veces antes de morirse porque desde que la Revolución Cubana le obligó volver a
Galicia, ya nunca más volvió a ser el mismo. Amaro volvió de América lleno de
historias que le dejaban estancado en el pasado día tras día , ello no le
permitían establecer un horizonte fijo espacio temporal, físicamente estaba en
Lugo pero seguía entre tambores y gaitas bailando en la noche cálida de la
Habana. Recordaba a O´Pego, el paisano al que le habían recomendado sus padres,
y que le sirvió como guía durante toda su juventud. El Tío
de Andrés vertía en su sobrino, un flujo incesante de historias que se
filtraban en la mente del chico como continuas imágenes nocturnas y diurnas que
le sorprendían a cada instante, en cualquier lugar, a cada hora. Se trataba de
un desfilar de imágenes de la Habana que no le dejaban tranquilo, se preguntaba
si realmente América era tan hermosa para haber acabado con su tío, para
dejarlo muerto después de la quinta taza de vino ribeiro.
Un dos de marzo Andrés empezó a trabajar en la
Orquesta Azul, un hombre llamado Macías que era el batería y un poco el jefe le
ofreció el trabajo. Ésta aceptó lleno de temores que los volcó bajo el consejo
de su tío. Lo mejor de todo aquello era que corría la leyenda de que sí algún
músico de la Orquesta Azul conseguía un
contrato para ir a tocar a Montevideo y Buenos Aires, podía volver con sombrero
y con los bolsillos repletos de dinero. Aquello era una oportunidad para poder
ir a América, y si Andrés terminaba con sombrero y con la cartera llena, le
pagaría un billete a su tío Amaro para que éste muriera feliz en la Habana con
su diente de oro.
Poco a poco Andrés se fue adaptando a las giras que
realizaba la Orquesta Azul por los alrededores de Galicia. Cada vez que llegaba
de alguna de ellas, se iba a ver a su tío y le contaba cada una de las
aventuras que había vivido. Poco después de realizar una actuación en Aranga,
Andrés volvió a Lugo con un deseo ingente de relatar a su tío Amaro como había
sido su visita a aquella localidad. Al llegar a casa Andrés quedó sorprendido
al ver que en su hogar se respiraba un aire denso, la expresión mustia de su
padre le tornaba el rostro grisáceo. Éste con el habla quebrantada arrastrando
las palabras como si le pesaran ,le dijo a su hijo que su tío había caído muy
enfermo durante su ausencia, era un
hombre mayor que se había negada a seguir viviendo y volcaba su vejez en el
alcohol. Aquellos días su tío dormía como nunca antes lo había hecho, empezó a
pasar el tiempo y Andrés que cada día estaba más lleno de historias, un día no
lo soportó más y después de clase con don Luis Braxe, su maestro de música, se
tumbó a su lado y empezó a hablarle, no se pensaba mover de ahí aquella noche
hasta que no se sintiera liberado de sus
historias. Empezó contándole que en Aranga conoció a una chinita, le habló de
sus cicatrices, de Boal, de sus temores al tocar el saxo aquellos días y de la
niebla espesa que surgió en la última actuación en la cual solo veía a su
chinita con la que se escapaba a América a lomo de caballo, por los montes de
Santa Marta de Lombás. Llegaban a Lugo y su tío Amaro les esperaba en la aduana,
intentando pagar el billete de los tres con su diente en la palma de la mano
como precioso grano de maíz, para ir a camposanto de La Habana, allí vivirían y
morirían los tres. Andrés abrazó a su
tío que estaba pálido y frío con aspecto de no volver nunca de ese sueño
profundo en el que se había cernido. Probablemente ya haya llegado a su Habana
se dijo Andrés.
Un saxo en la niebla
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